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Shopping

Algo tengo que encontrar. Algo tengo que llevar a casa. No puedo volver con las manos vacías. Miro a mi alrededor. Todos ya tienen algo en las manos o en sus bolsas. ¿Qué dirán en casa si no les llevo algo? Siempre hay que volver con algo a casa. Y del Shopping siempre te llevas algo. Siempre encontrás algo que no tenías. Porque siempre nos falta algo. Recuerdo los anteojos de sol que me llevé aquel viernes de enero. Hacía calor. Ya estaba anocheciendo y no había encontrado nada interesante para llevar. A mi lado pasaba una señora con una bolsa llena de juguetes. Un poco más allá, un flaco, se iba del Shopping con unos jeans nuevos. Y yo no tenía nada. Revolvía todo pero nada me parecía bueno para llevar. Hasta que de repente el reflejo de uno de los últimos rayos de luz me encandiló. Me tapé con la mano la cara intentando hacer sombra para ver qué hacía reflejar así el sol. Y ahí estaban. Negros. Brillantes. Parecía que me llamaban. Sentí su llamado. Y fuí corriendo a su encuentro. ¡Q

Andá nomás...

Son las dos de la mañana. Ángel está sentado a la mesa, en la cocina. Quisiera estar fumando pero ya hace más de treinta años que largó el cigarrillo. Todavía era joven cuando Nachito le dijo "Papá no quiero que te mueras. Quiero tener papá por mucho tiempo más. Dejá de fumar porque te hace mal. Hacelo por mí..." Por eso esta madrugada está sentado en la silla que tiene un intento de almohadón flaco forrado en una tela símil cuero que ya no hace cómodo estar ahí. Pero poco le importa eso. Tampoco le importa que el café todavía esté a la mitad. Mucho menos que esté frío. La tele permanece encendida pero sin sonido. Sin embargo, Ángel, que sostiene el control remoto en la mano, no sabe qué se está transmitiendo. Ve sin mirar. Sus ojos están se centran en un punto fijo y cada tanto pestañea. Le sigue dando vueltas en la cabeza la conversación que tuvo hace unas horas con Nachito. Siente que el pecho se hunde. Un vacío profundo se invade de él.  Piensa en su juventud. Piensa en s

Libertad, libertad, libertad...

"Oid ¡mortales! el grito sagrado: ¡Libertad, libertad, libertad!" Mi garganta se llena de emoción mientras entono éstas estrofas de nuestro himno Nacional. Desde chico las canto y han quedado grabadas a fuego en mi corazón. La libertad es algo que añoro desde pequeño. No porque haya sido una persona a la que han tratado de limitar todo el tiempo. Todo lo contrario. Mis padres siempre me han criado con la premisa de ser libre. Debe ser porque la necesidad de huir de la guerra que tuvieron mis abuelos fue algo que los marcó. Tal vez sea porque ninguno de ellos tuvo alguna vez un jefe. Vaya uno a saber. Lo cierto es que la libertad siempre estuvo presente en casa. Podíamos hacer lo que queríamos porque a nadie le importaba lo que estábamos haciendo.  El contexto en el que habito desde que nací también es un factor determinante en mi pasión por la libertad. Vivir en el conurbano bonaerense es vivir en Libertad. Todos los que interactuamos en el conurbano somos seres libres que vi

Una tarde en el cajero

Está atardeciendo en Muñiz, ciudad ubicada en el noroeste del gran Buenos Aires. Estoy haciendo la fila para poder extraer dinero del cajero automático del banco de Galicia. El sol me pega en la cara y con su luz, un tanto ocre, ilumina toda la avenida principal del partido. Hace varios días está dando vueltas en mi cabeza el trabajo que tengo que presentar para la Diplomatura. Siempre he cuestionado muchos modos de vivir que no me gustan de la sociedad en la que vivo. ¿Por qué es tan difícil acceder a un empleo que te permita vivir una vida digna? ¿Por qué hay tan pocos lugares para poder encontrarnos con la naturaleza? ¿Por qué corremos? ¿Qué carrera queremos ganar? El ruido de los caños de escape de los autos, motos y colectivos que aceleran para que el semáforo no los demore treinta segundos me vuelve a la fila para entrar el banco. Observo como algunos logran el objetivo y otros, en cambio, pasan ese semáforo en amarillo y unos pocos en rojo. Miro el teléfono para ver la hora y