Shopping

Algo tengo que encontrar. Algo tengo que llevar a casa. No puedo volver con las manos vacías. Miro a mi alrededor. Todos ya tienen algo en las manos o en sus bolsas. ¿Qué dirán en casa si no les llevo algo? Siempre hay que volver con algo a casa. Y del Shopping siempre te llevas algo. Siempre encontrás algo que no tenías. Porque siempre nos falta algo. Recuerdo los anteojos de sol que me llevé aquel viernes de enero. Hacía calor. Ya estaba anocheciendo y no había encontrado nada interesante para llevar. A mi lado pasaba una señora con una bolsa llena de juguetes. Un poco más allá, un flaco, se iba del Shopping con unos jeans nuevos. Y yo no tenía nada. Revolvía todo pero nada me parecía bueno para llevar. Hasta que de repente el reflejo de uno de los últimos rayos de luz me encandiló. Me tapé con la mano la cara intentando hacer sombra para ver qué hacía reflejar así el sol. Y ahí estaban. Negros. Brillantes. Parecía que me llamaban. Sentí su llamado. Y fuí corriendo a su encuentro. ¡Qué felicidad tenía! Los agarré rápidamente para que nadie se los lleve. Estaban nuevitos. A penas los agarré me los puse. El estuche estaba a unos metros. Y al lado del estuche encontré un espejito. Era mi tarde de suerte. Me miré. El reflejo del espejo me devolvió la mejor postal del mundo. Mi cara enmarcada en unos lentes de sol y, de fondo, el sol escondiéndose por el horizonte. Naranja. Redondo. Imponente. ¡Qué belleza! Nunca había visto el sol con lentes oscuros. Pensé que esa noche la iba a romper en la salida con mis amigos. No podía borrar de mi cara la sonrisa. Imaginaba la envidia de mis amigos porque yo tenía esos lentes que ninguno de ellos tenía. Los pibes me llamaron como cinco veces y no los escuché. Me había quedado petrificado mirando esa imagen. Uno de ellos tuvo que revolear un pedazo de cartón, que me pegó en el lomo, para que me dé vuelta. Recién ahí me percaté de que se estaban yendo en la chata. Corrí y me subí en la caja de la camioneta cuando estaba empezando a irse.
Esa noche, gracias a esos lentes, pude levantarme a la mamá de mis dos nenas. Ahora estamos distanciados. Pero me hago cargo de ellas, de las tres. Y por ellas, mis dos nenas, es que estoy acá en el Shopping. Las chicas siempre esperan tener algo nuevo. Disfrutan mostrarle a sus amigas del colegio cosas nuevas que le regaló su papá. A la mamá no le digo nada. Ella es la única que no le gusta que pase tanto tiempo acá en el Shopping. Dice que me va a hacer mal. Que algún día voy a llevar algo que esté en mal estado y que nos vamos a morir todos. Que ni se me ocurra traer comida del Shopping. Pero ella no sabe que no puedo ir a otro lugar. Que acá encuentro carne, pollo, verduras, salchichas, fideos, latas... La otra vez encontré unos tomates perita que estaban bárbaros. Las chicas se chupaban los dedos cuando se los preparé con unos fideos que también encontré ahí. 
Otra de las cosas que me gusta de ir al Shopping es la cara de mis vecinos. Cuando volví con las gafas de sol, altas gafas, me miraban todo el tiempo. Se querían matar. Algunos pensaban que me las había rescatado de un local del centro. Pero nada que ver. Yo los traje del Shopping. Y eso no lo creen. No lo creen porque algunos no se animan a ir. Pero la realidad es que cada vez somos más los que vamos. Y no sé cuánto va a durar esto de venir. El otro día cayó el pibe de la vuelta que trabaja para la Muni. Dijo que estaban hablando de que lo iban a cerrar. Que había pendejos del colegio cheto del centro jodiendo con que no hacía bien. Que el Shopping contaminaba y no sé que otras giladas. Que también se quejaron algunas minas que llevan sus hijos a un colegio que está ahí cerca. Dicen que hay malos olores y ratas que viven en el Shopping y que pueden atacar a algún pibe cuando sale al recreo.
¡Ah! ¡Me mordió! ¡Que bicho hijo de re mil puta! Ya es la segunda rata que me muerde en la semana. Ahora es en la pierna derecha. La semana pasada fue en la izquierda. Y otra vez estoy empezando a levantar fiebre. Me siento un poco mareado. Tengo una semana complicada. Después de que me mordió la rata parece que me pesqué una gripe. Además tengo cada vez más tos. Espero encontrar algo en este basurero para llevar a casa. Y que, por lo menos hoy, podamos disfrutar de tener algo nuevo para demostrarle a todos lo mucho que valemos. Lo que realmente somos. O, por lo menos, que pueda llevar algo para no sentir tanto hambre.

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